López Austin, Alfredo. Breve historia de la tradición mesoamericana.México, IIA- UNAM, 2002, (Colección Textos, Series Antropológicas e Historia Antigua: 2), pp. 89-114.

La corona española se logró levantar como el caudillo fiel del Papa y obtener provecho sobre los territorios conquistados, justificando incluso todas las barbaridades que se cometieron sobre los pueblos indígenas con la cédula de la evangelización. No podemos dejar de mencionar que afortunadamente existieron representantes de la iglesia católica con una gran capacidad intelectual y que creían fielmente en el proceso de evangelización por medios tolerantes e inteligentes, pensamos en un Bernardino de Sahagún, en un Cristóbal de las Casas o en un Vasco de Quiroga.

De la conquista y de la evangelización se han escrito gran cantidad de páginas, sería imposible percibir en estas breves líneas siquiera una lejana idea de cómo pudieron haber vivido los indígenas y los españoles tales procesos. Quizás también recordar la obra de recopilación de don Miguel León-Portilla en su Visión de los vencidos, en donde se pueden ver testimonios vívidos de lo que percibieron y sufrieron los indígenas. Es poco decir que el sistema social se transformó, que la cultura comenzó a ser otra, que la vida política cambió radicalmente; y que toda una cosmovisión y cosmogonía se vio cuestionada y poco a poco trastocada hasta casi ser aniquilada. La evangelización no fue la misma, ya sea por las zonas geográficas y grupos indígenas que se encontraron, así como por los mismos evangelizadores franciscanos, dominicos o agustinos, los cuales –cada orden– logró imprimir su propio sello. Este proceso fue casi siempre masivo y muy seguramente con resultados pobres en cuanto a la asimilación de la doctrina cristiana. Existió también una evangelización selectiva y más rigurosa con la élite indígena. Se utilizaron herramientas que iban desde el castigo hasta las representaciones teatrales con música y danza.

Quizás un dato –que comenta el autor– y que pueda dar cuenta del cambio que se vivió en esos tiempos nos lo pueda otorgar la carta que escribió el obispo de México, fray Juan de Zumárraga al rey de España (27 de agosto de 1529) comentándole que en la región del Pánuco los indígenas se negaban a tener hijos para que no vivieran en la esclavitud. O los suicidios masivos en Yucatán. La tasa de natalidad descendió drásticamente.

Algunas de las continuidades y las discontinuidades más significativas de la tradición religiosa mesoamericana provocadas por la conquista y la evangelización podrían quedar resumidas de la siguiente manera. Las continuidades podrían ser las formas de depuración de los espacios por medio de rituales y que siguieron vigentes hasta nuestros días, llámense estos espacios la cosecha, los hornos, las casas, etc. Otro aspectos de estos rituales y que resaltan hasta el presente son los ejecutados por los llamados graniceros (v. J. Brodda p. e.). En todo ello va como suyos ciertos nombres de dioses en un claro sincretismo con el cristianismo, relatos e historias, formas de curación, entre otras manifestaciones más.

Lo que se destruyó fue el gran aparato existente entre una forma de organización política y social ligada a lo religioso con sus fastuosas y reiterativas fiestas a lo largo de todo el año. También se trastocó la continuidad del arte, la arquitectura o la cerámica ejecutados todos ellos bajo un contexto vigente religioso y con determinados ceremoniales. Casi desaparecieron por completo el universo de los códices, sus conocimientos astronómicos y el uso de los calendáricos. Lo que subsistió, opina nuestro autor, fue entonces una religiosidad más íntima. Ello podía ser –insistimos– el cuidado del fuego, quizás la preparación de ciertos rituales que involucraba al hogar mismo, los cuidados del cuerpo, pero también subsistieron ciertas relaciones sociales en los pueblos que se arraigaron en la convivencia cotidiana, así como su literatura y ciertos conocimientos médicos y botánicos, entre otros. El cuidado de los dioses patrones, p. e. se fue, poco a poco, permeando de elementos cristianos hasta formarse un sincretismo con la adoración de los santos y demás personajes; el ejemplo más conocido es el que se efectuaba en el cerro de Tepeyac, pasando de celebrarse a Tonantzin a la virgen de Guadalupe, como bien lo anota, entre muchos otros, López Austin, (p. 105). Aunque hoy día no queda rasgo, al menos en el cerro del Tepeyac, de algún indicio de veneración con tintes mesoamericanistas.

Ello dio senda a diversas formas o expresiones religiosas que variaron de región en región, donde el común denominador sería un sincretismo dado por la fusión del mundo indígena y de la religión cristiana.

“En sus relatos históricos los indígenas llegaron a admitir la posibilidad de que la Divinidad Suprema hubiese revelado a los españoles verdades valiosas…” (p. 103) El autor se refiere sobre todo a cuestiones técnicas o de guerra, conocimientos tales de los españoles que bien podían estar expandidos para los indígenas en otras áreas del conocimiento. Lo que deseo destacar aquí es la Idea, de una Divinidad Suprema asumida por el pensamiento indígena. Ésta, desde mi punto de vista, es otra continuidad con la que se toparon estas dos visiones religiosas, tratando de ajustar sus mitos y relatos, aunque y efectivamente como lo observa Austin, a una nueva visión judeocristiana. Podemos imaginar que algo que desconcertó a los indígenas mesoamericanos fueron los exigentes derechos de los españoles de la “agresiva exclusividad del cristianismo” (p. 104).

Quizás el punto más débil es la comparativa que realiza López Austin entre estas dos cosmovisiones, respecto a la idea del bien y del mal, del monoteísmo y del politeísmo, la relación con la naturaleza en ambas visiones, entre otros. Es imposible desarrollar aquí los planteamientos, pero sugiero que debiésemos pensar que, al igual que las cosmovisiones indígenas, tampoco existió ni existe un solo cristianismo y que por lo mismo no podemos caer en lecturas parciales de su doctrina o forma de pensamiento.

Un ejemplo de lo que acabo de apuntar lo arroga la experiencia y desarrollo de lo ocurrido en Michoacán gracias a don Vasco de Quiroga (tata Vasco, como le llamaron los mismo indígenas). Este singular personaje “se instala [en la ciudad de México] en 1531 y funda el Hospital de Santa Fe en las inmediaciones de la ciudad de México en 1532 para la atención de los indígenas, mismo que reprodujo en varias partes de México, pero sobre todo en Michoacán. Desempeña por unos años el cargo de visitador de Michoacán, hasta el año 1537, cuando el Emperador Carlos V (Carlos I de España) le nombra obispo de la Diócesis de Michoacán. Se ganó el afecto de los indios gracias a sus obras y a las medidas económicas que promovió […]. Este afecto le hizo acreedor al trato de Tata Vasco en el que se expresa el afecto filial de los indígenas de la región. Trasladó la [sede de la] catedral de Tzintzuntzan a Pátzcuaro. Funda el pueblo-hospital de Santa Fe de la Laguna y el Colegio Seminario de San Nicolás, antecedente de la Universidad Nicolaita, existente aún a la fecha en el estado de Michoacán […]. Quiroga falleció el 14 de marzo de 1565 en Uruapan. Sus restos se encuentran actualmente en un mausoleo, dentro de la Basílica de Nuestra Señora de la Salud, en Pátzcuaro. Se ha introducido recientemente la causa para su canonización.” Sus escritos son: Doctrina para los Indios; Sermones, reglas y ordenanzas para el gobierno de los Hospitales de Santa Fe, México y MichoacánInformación en DerechoDe debellandis Indis y La utopía en América. (Para todo lo anterior v. wikipedia, entrada “Vasco de Quiroga”).

Algo sobresaliente del pensamiento de Vasco de Quiroga es que dos de sus fuentes más prominentes de inspiración fueron Erasmo de Rotterdam y san Tomás Moro, autores ambos profundamente cristianos y que abogaron por un mundo más justo en base a la doctrina cristiana, las Utopías de ambos autores son célebremente famosas. Cotejando estas y la obra operativa de Vasco de Quiroga en el estado de Michoacán más su obra La utopía en América, seguramente arrojaría mucha luz sobre estos ejercicios del famoso tata Vasco como bien diferenciados y de frente a la evangelización vivida, p. e. en el Altiplano central del México indígena.

HMA.

 


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